Deshidratación
- Leonardo Wild
- Jun 8, 2020
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Por Leonardo Wild

La hipo-hidratación se conoce comúnmente bajo el término deshidratación.
Es, a groso modo, una falta de agua en una parte específica del cuerpo. Es decir, no implica necesariamente que la cantidad total de agua en un cuerpo es baja (esto sería una deshidratación aguda), sino que puede significar que ciertas partes de un cuerpo carezcan de suficiente agua y que, por lo tanto, están deshidratadas.
La hipo-hidratación es muy común en alrededor del 70% de la población mundial. Es un estado conocido como “deshidratación crónica”, donde no todas las partes del cuerpo —también conocidas como “compartimentos de líquidos”— tienen suficiente agua de la calidad apropiada para mantener la salud.
Cuando se producen estos estados de deshidratación crónica, aparecen distintos síntomas, los cuales dependen del lugar donde la hipo-hidratación se ha agudizado. La mayoría de las personas tienden a malinterpretar estos síntomas, que pueden aparecer como “dolores”, y cuyas causas son recurrentemente mal diagnosticadas.
El síntoma más común atribuido a la deshidratación es la sensación de sed. Cuando alguien tiene sed, es un signo de deshidratación aguda. Sin embargo, cuando la sed se reprime o se ignora, el cuerpo deja de enviar la señal de deshidratación aguda a nuestro sistema nervioso, dejando de lado ‘sensación de sed” (a menos que los estados de deshidratación hayan alcanzado niveles peligrosos).
Cada vez que pasamos por alto estas señales de sed, el cuerpo tratará de adaptarse a su estado hipo-hidratado, quitando agua de compartimentos con líquidos disponibles, y que no amenacen la vida, para pasarlos a aquellos órganos que al estar deshidratados pueden provocar el colapso fisiológico o la muerte.
Si esto sucede con frecuencia, la deshidratación de varios órganos, vasos y células, pasará de una hipo-hidratación localizada, a desequilibrios orgánicos que pueden acabar en enfermedades. Los síntomas típicos de una deshidratación crónica generalizada incluyen:
⁃ Trastornos emocionales tales como: irritabilidad, depresión, sensación de falta de energía;
⁃ Trastornos físicos como: debilidad general, dolores de espalda, inflamación (calentamiento externo) a nivel del riñón, dolores en las articulaciones, calambres musculares, disminución del rendimiento físico, piel seca, boca seca, labios secos y/o agrietados;
⁃ Desequilibrios cardiovasculares que pueden incluir: presión arterial alta y/o baja, palpitaciones del corazón, los cuales pueden desembocar en arritmia;
⁃ Desequilibrios fisiológicos que aparecen como: disminución de la producción de orina, sensación de falta de aire, dispepsia —que se puede percibir como dolores de estómago, reflujo ácido, ardor de estómago, regurgitaciones, hinchazón del vientre, incluso náuseas y vómitos—; otros síntomas pueden aparecer en forma de dificultades en la sudoración, la cual podría detenerse casi por completo (sentido de sudor seco), disminución del rendimiento mental, falta de concentración, problemas de memoria, mareos, dolores de cabeza y/o migrañas, inclusive la incapacidad del cuerpo de producir lágrimas.
Cuando los síntomas de la hipo-hidratación se tratan como si su causa fuera otra (no por simple deshidratación), los desequilibrios originales que fueron señales de aviso de la necesidad de hidratarse, pasan de ser malestares a problemas de salud orgánicos mucho más graves, como daños de órganos o saturación de substancias tóxicas y/o obstrucciones.
Por ejemplo, para la piel seca, una solución típica es usar cremas humectantes. Para hacer frente a los dolores de cabeza, se ingieren píldoras que adormecen el dolor. Para problemas de presión arterial, lo último que se piensa como la causa es la falta de agua, y se ingieren químicos que regulan el funcionamiento del corazón, sin que la causa original —una hipo-hidratación crónica—, haya sido tomada en cuenta.
Cuando los síntomas se presentan como el problema, la práctica habitual es recurrir a soluciones que detengan el síntoma hasta ocultarlo, en vez de encontrar la causa real y actuar sobre la misma.
El control de los síntomas de una hipo-hidratación en forma recurrente puede conllevar a consecuencias mucho más graves para la salud, las cuales hubiesen podido solucionarse con tan solo tomar agua en suficiente cantidad (y de apropiada calidad).
Así, dolores de estómago y dispepsia, que son generalmente controlados químicamente con píldoras anti-ácido, pueden ser tratadas de manera segura, en menos tiempo y de forma mucho más barata ingiriendo agua con regularidad. Por supuesto, muchos de estos síntomas pueden tener otras causas, pero en un gran porcentaje de los casos, el principio del problema es por deshidratación crónica; la probabilidad de que sea por motivo de una hipo-hidratación es generalmente más alta que cualquier otra potencial causa. Un protocolo adecuado de rehidratación puede devolver el equilibrio homeostático requerido para recuperar la salud de un organismo.
De hecho, el profesor Fereydoon Batmanghelidj ha escrito mucho sobre sus experiencias con “curas con agua", aunque para otros sus prácticas no han podido ser reproducidas, lo cual podría tener mucho que ver con el tipo de agua utilizada.
Por lo que es importante tener en cuenta que no todos los tipos de agua recomendados para el consumo humano son realmente “sanos”, o capaces de restaurar un cuerpo que ha sido severamente deshidratado por largos períodos y de manera recurrente.
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